Historia
Una breve definición de “pany” sería la siguiente: casas de campo que los agricultores construían junto a sus respectivas tierras de labor, a las que se sumaban las de sus hijos y hermanos y que, junto a los pozos y los árboles para dar sombra, como las higueras, formaban un conjunto de tres o cuatro alquerías que eran conocidas por el sobrenombre (mote) de sus habitantes. A continuación, enumeraremos algunos de estos “panys”, indicando también su ubicación actual:“Pany dels Borillos”, ubicado en el barrio la Bota; “Pany dels Paues”, en el Barrio el Pi; “Pany de Silverio”, cerca de la Regenta en el camí la Ratlla de Burriana; “Pany de Valentín”, cerca del Restaurante Torre la Mina; “Pany de Rússia”, en el actual vial del Niño Perdido; “Pany els Ferres”, junto a la Avenida Vía Augusta, cerca del colegio Pintor Sorolla; “Pany dels Botigueres”, en el camí Cabeçol. Muchos de ellos continúan habitados en la actualidad.
Aunque la historia de Alquerías del Niño Perdido es reciente, se pueden encontrar huellas del pasado en su entorno, especialmente relacionadas con la proximidad de los ríos Mijares y Anna, donde se han encontrado restos arqueológicos de la ingeniería romana y musulmana como las acequias del Diablo, compartidas con la vecina población de Vila-real. Otro monumento que confirma la presencia romana en la zona es el puente romano alzado sobre el río Anna, también conocido como “río Seco”. Parece que todas estas obras fueran construidas durante la “Pax Romana”, período de paz impuesto por el Imperio Romano a los pueblos por él sometidos. Se suele aceptar como fecha de inicio de la Paz Romana el año 29 a.n.e., cuando Augusto declara el fin de las Guerras Civiles, y su duración hasta la muerte del Emperador Marco Aurelio en la 180 d.n.e. A todo esto, hay que sumar el hallazgo de fragmentos cerámicos romanos, los contrapesos de prensa encontrados en el yacimiento romano de “El Torreón”; lo cual indica la existencia de algunos núcleos de población romanos a los alrededores de Alquerías del Niño Perdido.
Orígenes
Los orígenes de la población se corresponden con tres antiguas alquerías musulmanas: Bonretorn, Bellaguarda y Bonastre. El vocablo alquería deriva del árabe “Al-garya”, que significa “poblado pequeño”; de esto se deduce que, en un principio, las alquerías corresponderían a tres poblados separados entre sí y de pequeñas dimensiones, siendo la actividad económica principal la agricultura y la ganadería.
En 1233 se produce un cambio radical, ya que el rey Jaume I decide poner en práctica su plan de conquistar las tierras musulmanas valencianas; por ello, asedió durante unos meses, con la colaboración de las Órdenes Militares del Templo y Hospital, de la nobleza catalano-aragonesa y de los municipios de su reino, la principal villa del norte valenciano: Burriana. Con la caída de esta, en julio del mismo año, los castillos y villas de la zona que dependían económicamente de Burriana para el suministro de alimentos se rindieron a las tropas del rey catalano-aragonés. Acto seguido, Jaume I inició la repoblación de las principales villas de la zona con gente venida de Cataluña y Aragón; además, segregó una parte del término de Burriana para fundar Vila-real en 1274, a la que agregó las tres alquerías musulmanas de Bonretorn, Bellaguarda y Bonastre.
Los frailes de Caudiel
Una fecha importante dentro de la historia de Alquerías del Niño Perdido es el año 1619, fecha en la que un señor de Bejís, llamado Pedro Miralles, hace entrega de una alquería con su correspondiente porción del suelo para el cultivo a unos frailes agustinos de Caudiel, con el objetivo de poner en producción estas tierras. En 1683 estos frailes deciden instalar un lienzo de Nuestra Señora del Niño Perdido, patrona de su municipio de origen, en la capilla de la alquería. Los vecinos, atraídos por la imagen de Nuestra Señora, acuden a los actos litúrgicos celebrados en la capilla. Siendo este el inicio de la devoción actual que los vecinos sienten hacia su patrona Nuestra Señora del Niño Perdido.
Desamortización
Llegados a este punto, es conveniente hacer mención de la desamortización de Mendizábal. La desamortización consistió en poner en el mercado, por medio de subasta pública, las tierras y bienes no productivos al poder de las renombradas “manos muertas”, Iglesia Católica o las Órdenes Militares, con el fin de crear una burguesía y clase media de labradores propietarios. La desamortización se convirtió en la principal arma política con que los liberales modificaron el régimen de propiedad del Antiguo Régimen.
La más importante fue la llevada a cabo por Mendizábal, ministro de Isabel II, en 1836. La división de la tierra en lotes se encomendó a comisiones municipales, que aprovechándose de su poder configuraron grandes lotes inasequibles a los pequeños propietarios, pero sufragables por las oligarquías adineradas. Como consecuencia, los labradores no pudieron entrar en las licitaciones y las tierras fueron compradas por nobles adinerados; de manera que no pudo crearse una verdadera burguesía emprendedora que sacara en el país de su apatía.
Iglesia Vella del Replà
Ahora bien, la alquería que regentaban los frailes agustinos, por la mencionada desamortización, pasó a manos de un señor de Valencia, Anastasio Márquez, que cedió unos terrenos adosados en la alquería para que la gente del lugar construyere una iglesia, por el hecho de que, por el aumento de la población, la antigua capilla de los frailes había quedado insuficiente para albergar todos los feligreses que deseaban venerar a su patrona. Así, en 1854 acaban las obras de construcción de la iglesia, que es sufragada con las aportaciones de los vecinos. Este antiguo templo, que estuvo en funcionamiento hasta la Guerra Civil, es conocido como “l'Esglàsia Vella del Replà”. Su altar estaba presidido por una imagen de Nuestra Señora del Niño Perdido que, junto al lienzo que presidía la antigua capilla de la alquería, desapareció durante la cruenta Guerra Civil. Es por eso que, la imagen que actualmente se puede observar en el altar mayor de la Iglesia Nueva, construida en los años 50 del siglo XX, bajo la dirección de Mosén Joan Miralles y con el esfuerzo de todos/se los/las alqueriers, es totalmente diferente de la anterior y fue donada por el matrimonio Manuel y María Gracia Molés, “els del Blanco”, en 1896.
La posguerra para los habitantes de Alquerías del Niño Perdido fue especialmente dura porque, a la falta de alimentos provocada por la Guerra Civil y el posterior racionamiento de ellos, hay que sumar la tremenda helada del año 1946, que no sólo arruinó la cosecha de naranjas, principal motor económico de la población; sino que, además, provocó la muerte de los naranjos. Dentro de este marco negativo hay que encuadrar la llegada a la localidad de Mosén Joan Miralles, cura joven y con iniciativas, que con la ayuda de todos los vecinos y vecinas consiguió hacer resurgir el pueblo.
Segregación
Aunque, sin ningún tipo de duda, la fecha más importante dentro de la historia de Alquerías del Niño Perdido es la del 25 de junio de 1985, en la que la localidad consiguió la tan anhelada y perseguida segregación de Vila-real. Dentro de este largo camino, que empezó en la década de los años 20, hay que hacer mención al importante papel jugado por la Coordinadora de Segregación, formada por un representante de cada una de las entidades culturales del pueblo, que junto al esfuerzo de todos los vecinos y vecinas consiguieron que la Sentencia del Tribunal Supremo fuera favorable a la autonomía. Con la independencia en el bolsillo, en 1987 se adquiere el “Chalé de Safont”, edificio de arquitectura modernista y neoclásica con ornamentos en su fachada principal que aluden a la importancia de la naranja dentro de la sociedad alqueriera. Este edificio, ubicado en el centro del pueblo, alberga, en la actualidad, las dependencias del Ayuntamiento frente al que se sitúa el monolito que conmemora la independencia del municipio respeto de Vila-real.